ANGUSTIA
Aquella
noche de invierno andino, en la oscuridad envolvente, silenciada por el frío, corríamos
hacia lo desconocido, detrás nuestro las ráfagas de pólvora penetraba nuestros
infantiles pulmones.
Aquella
tarde, cuando vimos caer, arder, humear en una tea apocalíptica, aquel edificio
que cada mañana nos acompañaba en nuestros juegos hasta ahora inocentes, junto
a nosotros, pasamontañas y ojos chispeantes vigilaban que solo quede cenizas.
Aquella
madrugada que partiste, en mi amargura te desprecié y fingí que dormía, te fuiste, en tu lejanía salí a verte, quise
correr hacia ti y no pude, volví a la cama más fría que nunca y hasta ahora se
quedo así, nos dejaste confundidos, masticando la amargura en
mendrugos enmohecidos, vino mi padre junto a mí y sus abrazos también eran
fríos mendrugos de amor.
Aquel
día, las sensaciones de imaginar tu muerte, de sentir que escarbaban en tu
carne, de creer que todos correríamos hacia aquel destino de crueldad me
enfermó el alma, hasta ahora ella quedo postrada en cuidados intensivos, las
sensaciones, creer escuchar tus gritos de dolor, de tan solo sentir como te
arrancarían las uñas de la piel me enfermo el corazón, aquel corazón que también
me gustaría sentir que vive a veces en mí y que no solo finge existir que es
así.
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