sábado, 1 de septiembre de 2012


Dame tu cuerpo, préstame tu piel en este silencio, en el instante de nuestras miradas
Deja que tu voz se instale en la soledad de mi felicidad, dame ese beso seco e imaginario
Regálame un gemido, sin susurro, en la timidez de lo desconocido, deja que ella venga a mí.

Has que tu dolor se abrace con el mío.
Esas lágrimas entre la garúa y el cielo cerrado de nuestra ciudad
Tras la ventana el mundo, con el vacio de los demás
Tu cuerpo delinea el imaginario del mío…

En aquella playa, el diminuto reflejo de tu intimidad devoro mi ansiedad
Entre el recorrido del agua tu piel invadió el infinito de mis ojos
Con el movimiento de un navegante sostuve tus impulsos con un abrazo
Un abrazo, el último, la despedida,
Nada.

Dormida en el silencio, la noche inquieta destapaba las sabanas de tu piel,
El aroma de tus quejidos me provoca comer tus labios,
Entre abiertos como fruta madura, exótica, salvaje.

Dame tu cuerpo hare con él una leyenda inconfesable.



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