El
cuerpo se profana desde los deseos, aquellos que se guardan en el silencio de
los secretos.
Y
es en ese silencio eterno que voy perdiendo el sentido del dolor y del placer
de vivir, es ante la oscuridad del cuerpo que recurro al hermetismo sutil pero
feroz que me he impuesto.
Es
aquí que esbozo una sonrisa imaginando que tú podrías ser aquel ángel
idolatrado entre sueños añejos de néctar del dolor.
¡Fuimos
los derrotados en la hora de escoger la carne del placer! Esta se impuso
delirante a la pequeñez de mi ingenuidad, todos vamos camino aquel abismo que
es el seno materno, todos nos enredamos en el calor del pecho maternal, inconscientes
bebemos su veneno que nos marcará para siempre.
Mi
tiempo ya no es el tuyo, mi voz es solo el tic tac molesto del reloj olvidado,
mi piel duerme bajo sombras, todo este cuerpo recorre los sueños de otros, los míos
aún se construyen en el enigma de los tuyos.
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