He muerto
Y
sangro
He
sollozado demasiado, demasiado
Estoy
loco
Aun
percibo mis sentidos
He
muerto
Me
aniquile yo mismo,
Me
angustia, estoy angustiado, abatido,
desorientado, estupefacto, aterrorizado,
He
muerto y aun mis pútridas carnes laten insistentes,
Recorro
aquellos lugares que nunca me hicieron feliz,
La
ciudad y sus formas, las aceras agrietadas, las pieles sudorosas, los labios
resecos,
Cuerpos
horadados como los míos me recuerdan las noches violentas, violentas y
suplicantes donde siempre terminaban en copulas desesperadas, luego de ello, la
nada el vacio, el hastió.
He
muerto
Y
percibo aun el sonido, el eco, el murmullo, el gemido, el tic tac, el pulso de
un orgasmo al terminar,
Enajenado
e indiferente entre mi mísera piel amarillenta, purulenta aun me atrevo a
desnudar lo poco que queda en mí.
Desnudo
y vicioso en la calle, fantasmal, entro
y salgo de las alcobas, mancho con semen ácido sabanas inmaculadas y rio, rio,
rio vicioso dentro de mí,
Desnudo
y el silencio, entre el amor y el deseo, entre el deseo y el desamor, entre el
placer y un orgasmo urgente y repentino, todo ello en que se diferencia? , mi
cuerpo ya no es un templo, ni tibio, ni equilibrado, ni perfumado ni
apetecible, es solo carne sin formas, sin vida aparente.
He
muerto
Y
el silencio que me impongo ahora es voluntario, eterno, desmedido,
incomprendido.
Dos
cuerpos heridos, sin más que piel, arrugados y sin textura se hallan en la
pared de un cazador nocturno como trofeos, lúbrico se acaricia el falo mientras
pasa sus dedos en los viscosos y amorfos pellejos, imaginando quienes podrían
haber sido en vida aquellos a las que esta rugosidad dura excita ahora, como es
posible que aquella tosca dermis logre espamos de placer, aquí en el silencio
del cazador nocturno, he muerto voluntariamente.

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