jueves, 22 de marzo de 2012


El reflejo de la lluvia cuando cae temerosa en la piel de los amantes se puede percibir desde lejos,

Aquella construcción lejana a medio derruir, con el molino para moler el trigo y la cebada ahora sirve de refugio a los besos urgidos de pasión momentánea, a los gemidos silenciados por el rumor del rio que atraviesa el molino,

Ya cuando anochece, cuando empieza la oscuridad a tocar con sus dedos los tejados de las casas de adobe y cal es que se puede sentir el abrazo, el pan y los besos entre las velas a medio alumbrar,

Y el silencio se apodera del campanario, de la iglesia con los santos de yeso y madera esculpidos por callosas manos, manos que esta noche se toca la tibieza de su sexo para imaginar la compañía de un cuerpo tibio recostado con él, y las esculturas tornan su mirada al cielo, ahí todo sigue en eterna oscuridad,

Algún ladrido de un perro callejero inquieta: el silencio, el abrazo, los besos, las velas, el calor de la mano en un erguido cincel, las esculturas; el eco recorre el pueblo y todo vuelve a quedar en silencio,

Ya amanece, aclara, y la luz del día envuelve tímida aun a la noche, entrelazados danzan entre la plazuela y la iglesia, entre los cerros que entonan cantos pastoriles y balidos llorosos, la danza termina cuando el día inclina en sus brazos a la noche, desapareciendo esta por el molino que aun se deja recorrer por el rio que pasa debajo de ella. 







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